Cine y Medio Ambiente: ¿Cómo andamos en el Perú?
La reciente
creación del Ministerio del Medio Ambiente en el Perú (este artículo se escribió en mayo del 2008), nos lleva a reflexionar
sobre las relaciones del mundo audiovisual peruano con este tema que ha sido
durante siglos elemento fundamental en la conformación de las diferentes
culturas del país.
Reflejar en
las pantallas las maravillas de la naturaleza y los dramas actuales de
interrelación del hombre con el medio ambiente es una aventura que ha tenido
variados exponentes en el cine mundial. Desde Nanook, el esquimal,
pasando por El hombre de
Aran (ambos de Robert Flaherty) hasta Tierra sin
pan (Luis Buñuel) en los inicios del documental, ya se dejaba
entrever el llamado determinismo geográfico que argumenta la manera en que el
entorno es capaz de intervenir en la construcción de las culturas humanas. Un
paso decisivo en la historia del cine y medio ambiente fue el aporte de Jacques-Yves
Cousteau, conocido investigador marino, quien reflexionó sobre la necesidad
de hacer participe al poblador común y corriente de lo que venía ocurriendo en
el planeta y para ello decidió romper con el elitismo que caracterizaba la
difusión de la información científica que se circunscribía a un entorno
especializado y transformarla en información pública fácilmente comprensible a
partir de una narración audiovisual donde la aventura, la ciencia y la vida
eran protagonistas. Nació así el divulgacionismo, que se reflejó en su
primera película El mundo del
silencio realizada junto a Louis Mallé y estrenada en 1956.
Muchas voces
del mundo científico criticaron esta manera poco académica de plantear temas
tan complejos como la contaminación de los mares la desaparición de especies y
el papel del ser humano en ese concierto, sin embargo el tiempo y el uso social
de los filmes de Cousteau promovieron un cambio en la mentalidad científica y
hoy el cine sobre medio ambiente es un componente validado en el ámbito
académico.
Posteriormente
hubo un acercamiento más diverso entre el cine y el tema ambiental, sobre todo
cuando historias de ficción fueron capaces de develar la íntima relación de los
seres humanos con su entorno, tal como lo plantea Akira Kurosawa en Dersu Uzala.
Historias reales han sido llevadas a la pantalla como lo hizo John Boorman en La selva
esmeralda, donde los hombres termitas (los occidentales) generan un
caos social al transgredir el orden natural buscando el llamado desarrollo. El
mundo de la animación también tiene piezas notables como La princesa
Mononoke donde el maestro Hayao Miyazaki nos regala una obra situada
en un Japón antiguo pero que refleja que en varios momentos de nuestra historia
el ser humano ha sido responsable de una destrucción movida por la codicia y su
propio desconocimiento del entorno. Particularmente interesante la escena donde
los Kodama, seres elementales del bosque, son reconocidos como signo de un
bosque sano, interesante analogía con la mitología europea y la
andino-amazonica, donde los muquis, yashingos y cabaquinhos da
mata son sus equivalentes.
En este
viaje rápido por el cine sobre medio ambiente debemos mencionar que el tema
nuevamente se ha hecho presente en el abanico audiovisual por la incursión de
Al Gore, un activista ambiental por muchos años, quien decidió filmar junto a
Davis Guggenheim Una verdad
incómoda, un documental donde expresa los prolegómenos y la
complejidad de los asuntos ambientales relacionando información científica, el
papel de la política contemporánea y la actitud humana en general en este
momento decisivo para la historia, donde se juega la supervivencia misma del
hombre y las demás especies.
En el Perú
se han visto estas obras, y los peruanos no son novatos en estos temas, por
algo la pachamama sigue siendo la madre tierra en la zona andina, por
algo entre los rasgos sorprendentes de nuestras culturas precolombinas
predomina una evidente comprensión del entorno expresada en el manejo de pisos
ecológicos. Por algo sitios como Machu Picchu, donde se evidencia ese afán por
adaptarse al entorno y no destruirlo, son ahora considerados Maravillas
Modernas. En suma, la relación telúrica de los peruanos con sus costas, sierras
y selvas es un rasgo fundamental de nuestro inconsciente colectivo. A esto debe
agregarse que el Perú es un paraíso de la biodiversidad: hemos contribuido con
la mayor cantidad de especies de plantas domesticadas por el hombre, somos el
primero en variedad de mariposas, orquídeas y el segundo con mayor cantidad de
especies de aves. Aquí se reúnen 87 de las 103 zonas de vida (Holdridge)
reconocidas en el mundo y junto con esta riqueza también se dan increíbles
situaciones de destrucción, como los más de 35 años de explotación de
hidrocarburos en la amazonía que han generado contaminación y graves problemas
de salud; solo en el Perú se construye una plata de fraccionamiento de gas al
lado de nuestra única reserva marina; solo aquí se contamina gente y ambiente
con plomo soltado impunemente, se contaminan aguas con millones de litros de
insumos químicos usados por el narcotráfico y solo aquí se pretende talar
relictos de bosques en cabeceras para que un grupo arqueológico se pueda “ver
mejor” (frase genial de Alan García soltada en Kuelap). Solo aquí los bosques
son arrasados generando un actual caos y guerras fratricidas entre indígenas,
guerras promovidas por madereros y consorcios. Solo aquí se dan los “booms”
del oro negro (caucho), del oro blanco (droga), del otro oro negro (petroleo)
hasta el actual oro rojo (cedro y caoba), cada uno de los cuales representa la
muerte de miles de personas y una destrucción desenfrenada alimentada por la
falta de capacidad de nuestras propias autoridades y el desconocimiento de la
opinión pública al respecto.
¿Y cómo nuestro panorama audiovisual
ha reflejado estas situaciones?
El panorama
es diverso y en este abanico es necesario mencionar las experiencias
audiovisuales desde el cine y la TV para un intento de respuesta.
Armando
Robles Godoy, maestro de varias generaciones de cineastas peruanos, quizás fue
el primero en plantear el tema articulado a una coyuntura histórica. En La muralla
verde refleja los intentos de una pareja de colonos por afincarse en
la selva y de la lucha burocrática a la que deben enfrentarse para lograr sus
sueños. Basada en una experiencia personal del director representa también la
manera en que la intervención humana, por omisión, es capaz de subvertir cierta
armonía en la vida de la gente que quiere afincarse al lado de una naturaleza
que termina convirtiéndose en verdugo de un hijo. Otra película del maestro
Robles que transcurre en terrenos amazónicos es En la selva
no hay estrellas, donde la selva es un personaje que hace justicia
cuando la ambición desmedida llega de la ciudad al campo en busca,
literalmente, del oro fácil.
Posteriormente,
hace su aparición en la escena peruana una pareja de realizadores que lograron
filmar periódicamente gracias a la antigua Ley de Cine. Jorge Suárez
y Ana María Perez son quizás los iniciadores de la corriente documental que tenía
entre sus temas centrales la naturaleza y el hombre. En la orilla, es un
reflejo de esta inquietud y esta basada en una mirada personal de la vida en la
frontera rocosa de las costas marinas, con una cámara que recorre espacios
develando el micromundo de una manera contemplativa, curiosa y exploratoria
junto a sonidos que nos llevan a nuevas dimensiones mas allá de los sonidos
habituales de un puerto o una playa en pleno verano. Luego siguieron otros
cortos en cine y video, el último de los cuáles, Hombres del Cutivireni,
sigue la vida de los Ashaninka de la selva central y su estrecha relación con
la naturaleza que le da el alimento, la salud y la posibilidad de relacionarse
con seres del mundo espiritual.
El año 1994,
en plena guerra Ashaninka contra Sendero Luminoso, Casablanca Films y ZDF de
Alemania produjeron una película sobre niños de la selva y el medio ambiente.
El resultado fue Kentishani Y
Chaavaja, dirigida por Aldo Salvini que narra la interacción de
niños de este pueblo con la naturaleza amazónica tras sobrevivir a la
destrucción de su comunidad. Este mediometraje fue el primero de tres que se
realizarían en la sierra y la costa para formar un largometraje, proyecto que
no prosperó, sin embargo la historia de los niños Ashaninka tuvo una gran
difusión internacional a excepción del Perú donde solo fue visto en algunos
canales pequeños y eventos temáticos.
En forma
paralela al cine aparece en la televisión peruana desde finales de los años 80
una serie de documentales y programas de televisión sobre naturaleza y medio
ambiente. Los primeros en realizar una serie documental sobre naturaleza fueron
la pareja de periodistas Vivian Goycochea y Néstor Gonzales quienes en el canal
9 mostraron una serie sobre naturaleza y parques nacionales del Perú,
interesante trabajo recopilatorio de la biodiversidad del Perú que
lamentablemente no tuvo continuidad. Se transmitió en 1989. En el contexto
previo a la Cumbre de Río de 1992, también llamada Cumbre de la Tierra, el
periodista peruano Alejandro Guerrero inició una serie de documentales sobre
naturaleza. En 1991 aparece Reserva de biosfera del Manu, una
descripción detallada, casi enciclopédica, de las diferentes zonas de vida en
este Parque Nacional del Perú. De allí siguieron otra serie de documentales
como El valle de los volcanes, Titicaca: puma de piedra, Tumbes:
bosques y manglares, El mar y los dioses, Antártida, Terra
Australis, La selva de los espejos y finalmente, luego de casi 8
años de trabajo terminó con una serie especial en Sudáfrica. Despertó gran
interés entre los escolares, principal público de sus especiales. Guerrero no
era documentalista ni ambientalista, sin embargo para su trabajo contó con el
apoyo de reconocidos cineastas como Danny Gavidia, Alberto Arévalo, Jorge
Vignati, Raúl Gallegos quienes fueron los responsables de la imagen y la puesta
en escena. Para la parte científica contó con la asesoría de decenas de
biólogos y científicos, información que Guerrero articulaba en largos textos
descriptivos. Fue una experiencia importante en la TV peruana a pesar del mal
recuerdo que sobre el personaje guarda la mayoría de gente que trabajó con él.
Como dato interesante, varios de estos documentales fueron vendidos por canal 5
al Discovery Channel donde fueron reeditados.
En el año 92
hubo un intento por replicar este tipo de documentales, el periodista del canal
2 y luego congresista Luis Iberico realizó una serie sobre Paracas pero con un
énfasis mas científico, incluso colocando los nombres científicos y datos en la
pantalla, estilo que no tuvo éxito entre el público, decidiendo el destino de
la serie.
Los
reportajes sobre medio ambiente en la televisión peruana están marcados por la
denuncia y también por viajes de exploración a zonas de un país que estaba
redescubriéndose luego de un largo periodo de guerra interna que dificultó a
los realizadores transitar por las zonas remotas consideradas “liberadas”. Sin
embargo tuvo que pasar un tiempo hasta que alguien se animara a realizar un
programa sobre medio ambiente. Alberto Suárez y el equipo de Te quiero verde estuvo casi 4 años en el
aire desde el año 2002 con su programa semanal de ecología, primero en el canal
11 y luego en el 13, y al mejor estilo de los canales de cable, plantearon una
propuesta bastante dinámica con variadas secuencias que buscaban introducir al
espectador en el abc de la ecología y el medio ambiente. Fue el único medio
televisivo peruano presente en la segunda cumbre de la tierra en Johannesburgo,
Sudáfrica. Posteriormente, en el año 2004, el renombrado biólogo peruano Antonio Brack (hoy primer
ministro del Ministerio del Medio Ambiente), decidió incursionar en la televisión
con su programa La buena tierra, donde desde una visión basada en su
experiencia científica, su práctica personal en producción ecológica y los
lineamientos del desarrollo sostenible, plantea formas de hacer producir la
tierra con una visión amigable con el ambiente y dentro de la lógica de una
economía moderna. El programa se emite hasta hoy por el canal estatal.
Hay otras
experiencias televisivas como el programa Cuadernos de bitacora,
conducido por el fotógrafo Alejandro Balaguer y programas de viaje que siempre
tienen su espíritu ambientalista, sin embargo en toda esta experiencia
televisiva ambiental de casi 20 años destaca una serie que caló en las mentes y
corazones de los peruanos. A principios del 2000 el canal 4 programó la serie Candamo: la
última selva sin hombres, documental de tres capítulos dirigido por
el publicista Daniel Winitzky que narra las aventuras de los nativos ese´eja
Melo, Mañuco y Mishaja en su afán por llegar a las cabeceras donde nace el río
Candamo, en las selvas de Puno, lugar de riquísima biodiversidad. El rodaje de
esta serie se hizo en soporte cinematográfico a lo largo de 4 años y un costo
aproximado de un millón de dólares, el resultado fue un producto audiovisual de
gran calidad fotográfica, con escenas naturales y también puestas en escena que
en conjunto encandilaron al televidente. Se hizo también una versión para la
televisión europea, pero lo importante es que este documental ayudó a movilizar
un gran apoyo público para evitar la explotación de hidrocarburos en esas
selvas. Una crítica conceptual a esta serie es que el empleo de la frase
marketera “la última selva sin hombres” evidencia una visión extremista
ya que promover la ausencia de seres humanos en las selvas como un valor es
errada: el hombre ha transitado por todos los rincones de la selva y ha sido
siempre uno de los principales generadores de su biodiversidad, claro, antes
del capitalismo.
Para terminar
con esta aproximación del audiovisual al tema del medio ambiente es importante
indicar que en forma paralela al cine y la televisión, desde mediados de los
años 90 organismos no gubernamentales y agencias de cooperación internacional
han invertido esfuerzos y recursos en la realización de videos sobre medio
ambiente y desarrollo sostenible, material de consulta en universidades y
bibliotecas, donde se promueven valores y técnicas dentro de la visión de
aprovechar responsablemente los recursos del presente pensando también en las
generaciones futuras.
Y ahora ¿dónde estamos y qué podemos
hacer?
El Perú es
un paraíso para los cineastas sobre medio ambiente del mundo entero. Cada
semana algún equipo extranjero llega para filmar algún documental sobre temas de
naturaleza o sobre procesos donde se liga lo humano con lo ambiental. El año
pasado fue particularmente intenso y tuve la grata oportunidad de filmar con
Jean Michael Cousteau, el hijo y compañero de Jacques-Yves, con quien hace 25
años realizó la serie documental El equipo Cousteau en el amazonas,
serie paradigmática sobre la naturaleza, las culturas y los dilemas de la
amazonía. En esta oportunidad Jean Michael regresó para hacer un nuevo
documental que revelaría lo ocurrido en la región amazónica 25 años después de
esa primera experiencia. Así como en este caso, hay otros equipos de televisión
y cineastas que encuentran aquí temas que los propios peruanos no nos animamos
a abordar.
¿Nuestras
prioridades audiovisuales son otras?, cada uno debe hallar su propia respuesta.
Lo que podemos comentar es que los temas ambientales son complejos,
efectivamente, y me parece que además se necesita una militancia personal para
asumirlos ya que los intereses en juego pueden poner al realizador en una
posición de riesgo en varios sentidos. No es un cine aséptico.
La reciente
experiencia de Choropampa,
el precio del oro y Tambogrande,
mangos, muerte y mineria, obras de la dupla conformada por Tito
Cabellos y Stephanie Boyd pueden ser materia de un estudio de caso. Cada uno de
los documentales tomó varios años de trabajo, implicó que los realizadores vivan
en locaciones de Cajamarca y Piura para hacer el seguimiento respectivo, y como
no, también llevó consigo riesgos personales debido a los grandes intereses que
se verían afectados al emitir los documentales. El costo monetario y personal
de asumir estos proyectos fue grande, sin embargo ambos trabajos son hoy un
modelo a nivel latinoamericano que ha sido replicado por regiones con
problemáticas de abuso similar, donde empresas privadas y el Estado quiere
pasar por encima de pueblos en sus afanes de lucro y desarrollismo.
En Brasil
recientemente el documental Nas terras do Bem-Virá, de
Alexandre Rampazzo es un ejemplo de esta militancia y los riesgos de asumir
proyectos controversiales donde el medio ambiente ocupa lugar central. Este
documental que hace un recuento histórico de los intentos desarrollistas
brasileños desde la década del 60 explora las razones de la actual depredación
de la amazonía brasileña, recoge imágenes de archivo de la manera en que
pobladores del nordeste son reprimidos al pedir tierras y como se ven obligados
a sumarse en la marcha hacia “tierras sin hombres para hombres sin tierras”
como se promocionaba a la amazonía. El documental también muestra los
conflictos entre fazendeiros (hacendados) que se apropian de inmensos
territorios y los seringalistas (trabajadores del caucho) que mediante
los “empates” o bloques de fuerza, impedían el desmatamiento de las selvas que
ellos trabajaban sosteniblemente. Los asesinatos de Chico Mendes y de la
hermana Dorothy tienen aquí culpables con nombres y apellidos, valiente
documental que ha puesto en la mira a sus realizadores y ha obligado a varios
de los camarógrafos a refugiarse.
¿Y porqué el cine de medio ambiente
es riesgoso?, ¿acaso es posible hacer obras que no conlleven tanto riesgo?
Efectivamente,
hay muchas formas de abordar proyectos audiovisuales sobre medio ambiente en el
Perú. Pueden ser documentales, obras de ficción, animaciones. La gran paradoja
en el Perú es que en el país de la biodiversidad y de los grandes temas
ambientales casi no hay cineastas que se dediquen exhaustivamente a ello.
Es que además no hay una visión clara de lo que significa tema ambiental.
Hace un par de años en Santiago de Chile, el documental Una muerte en Sion
del realizador neoyorkino Adam Goldstein que trata sobre la contaminación de
petróleo en el río Corrientes recibió un premio a mejor video sobre medio
ambiente. En forma provocadora mi amigo Oscar Gutiérrez, quien recibió el
premio en nombre de Adam dijo ante el público ahora la muerte de una persona
es considerada “tema ambiental”. Sin querer, su ironía develaba que no es
posible abordar temas ambientales sin desligarlo de su contexto natural,
histórico, social, económico y cultural, es decir, ya no solo ocuparnos de la
necesaria “puesta en contexto” básica para un documental, más allá de eso
lograr explicar que la desaparición de un ave o de un bosque se debe no solo a
un mal cazador o un talador ilegal, detrás hay otros mecanismos mas poderosos y
con tanta responsabilidad como el que finalmente apretó el gatillo o encendió
la motosierra.
Junto con el
estilo propio del director me atrevo a sugerir una actitud holística para
abordar los temas ambientales, es necesaria una mirada amplia y profundizar en
la investigación temática, pero también implica seguimiento, implica tiempo,
implica una actitud de compromiso y consecuencia que puede ser antagónica con
la actitud predominante en la postmodernidad. La vanguardia puede marcar
derroteros y en el campo ambiental podemos encontrar inspiración para ello, es
que precisamente con el derrumbe de los paradigmas de la modernidad y en este
estadio de transición llamado postmodernidad estamos avanzando hacia la
construcción de nuevos referentes, de nuevos paradigmas sobre los cuales
construir los valores de hoy y mañana. En ese camino ya no es Dios el eje de
todo (como en el medioevo), ni el hombre (como en la modernidad), quizás
estemos próximos a construir paradigmas donde la dinámica de la vida sea
la base para construir las futuras relaciones sociales. En ese sentido y
retomando el tema del cine y medioambiente en el Perú, me parece que es
necesario ir incursionando de manera mas sostenida en estos temas, porque este
país necesita una mirada de nosotros mismos, saliendo de nuestro entorno
inmediato, trascendiendo esos tejidos de vida donde también participamos y que
forman parte de nuestro yo. Me parece que seguimos explorando sobre nosotros
mismos porque aún no nos conocemos como dijo nuestro maestro el poeta
Pablo Guevara, pero indudablemente cuando asumamos nuevamente nuestros vínculos
físicos y espirituales con esta tierra dirigiremos nuestra mirada más allá.
Veremos que así como hay trasgresión en los géneros, el llamado medio ambiente
rebasa sus fronteras y envuelve espacios no pensados. Es una oportunidad
también para lanzar ideas, tan controversiales como cuando Werner Herzog afirma
frente a las cámaras de Les Blanc en Burdem of Dreams que la
selva es obscena y que los cantos de las aves son, en realidad, gritos
de dolor.
El medio ambiente es la
pachamama, la naturaleza, pero también la gente y sus actos de interacción con
ella. La pachamama quiere que nos reconectemos, que la filmemos, que ayudemos a
construir un discurso audiovisual moderno sobre ella. Está esperando con ansias
nuestras cámaras.
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